domingo, 5 de marzo de 2017

Choque de dragones en vuelo

Choque de dragones en vuelo
Por Carlos Montero



Controladores aéreos no pudieron evitar el choque frontal de dos dragones,
los cuales perdieron el dominio en medio de un tormentoso vuelo acelerado.
La aproximación casual se produjo en uno de los frecuentes vuelos en picado
que ellos emprendían desde sus estrechas cuevas sitas a una altura similar.

Ellos, ambos, aparentemente tan diferentes, movieron sus alas idénticamente.
Otra y otro permitieron al otro y otra percibir la calidez de propios nidos.
Descubrieron estos bichos míticos que compartìan igual tipo de aislamiento,
aún siendo dueños de mar abierto y emocionales dominados por lluvia cerrada.

Como una espada de Damocles, les pende la máxima de Erich Fromm, cuando dice
que son muchos enamorados los que confunden amor con igual tamaño de soledad.
Hablaron y se abrasaron, aletearon y se abrazaron, se besaron y se abrasaron:
no echaron astillas sino con su aliento encendieron la pasión de sus hogares.

"Tormenta y pasiòn" convocan al romanticismo; macro y micromundos coherentes,    
causa y consecuencia realimentandas en una cadena metalépticamente indefinida.
Dice el sentido común que los diferentes se atraen. Por propiedad transitiva,
la inversa regla lógica se traduce en que los similares terminen repeliéndose.

Para Jung, ninguno sabemos que buscamos en la otra u otro a nuestras sombras
-anhelando la precaria completud- y no la misma luz reflejada que nos cegarìa.
Ella desató a ritmo de centella la gran y cara cuota de ilusiones pendientes
que sus anteriores pares no le habían sabido satisfacer.¡Vaya caja de Pandora!

El reaccionó como rayo y la acompañó a agitar los granos de arena en la playa.
Desempolvó en horas la atesorada orgullosa frase escrita mas nunca pronunciada.
Al amor perdido habìa prometido que solamente lloraría por alegría en el futuro
las lágrimas que se prohibìera derramar una década atrás por su triste partida.

Ese bicho feo e iluso creyó que al fin era llegado el deseado inesperado momento
en que se compensarìa su dolor e invertiría aquellas palabras a quien lo merecía.
Una pareja se mide por la vida que da a sus tiempos muertos, le enseñó la vida,
y porque a solas, cuando cierran su puerta, sigue existiendo universo suficiente.

La Fuerza Aérea o la Aeronáutica Civil deberán aclarar el choque de expectativas
en el que confluyó la efímera proyección entre sus silencios, rayos y centellas.
Entregaron al otro -a ritmo récord- todo lo que querían que les dieran para sì,
felizmente apasionados y sin cuidar el respeto o espacio que su naturaleza exige.

Ella cerraría los ojos y él soñó; ella los abriría y finalmente él pudo despertar.
Aquella cueva plasmó la profecía de El Pozo: se acostó la niña, despertó la mujer
y cada cual a su nido, chamuscados por el desgaste express que produjo su ilusión.

Con orgullo suficiente para no llorar por causa de la nueva inesperada tristeza,
ni un mínimo rastro del torbellino de esperanza vivido para hacerlo por alegrìa.

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